20110405

Un simio de K sería.

Un simio de K sería.

Despertaba cada mañana con las sabanas atadas al cuello, así como si en mis sueños buscara mi propia muerte. Cada vez, cada madrugada era desesperantemente igual a la anterior, recuerdo que solía tener fotografías pegas en la pared, para recordad y vivir de ese pasado que tanto añore tener, que tuve disfrute y perdí.

Es claro que uno deja de tener contactos con el mundo cuando llega a una cierta edad, y que muchas veces confunda la realidad con las fantasías de los sueños. Aun así creo que mis sueños son un poco mas que eso. Ya soy un viejo de no se cuantos, deje mi apartamento de las afueras de la ciudad, para trasladarme a un nueva ciudad y vivir en ella. Quizás el cambio de aire le venga mejor a mis sueños, quizás ver nuevas caras arregle mi cara y quizás atrapar a algún villano me recupere el vigor.

Al marchar intente olvidar lo que hay guardaba, cajas con fotografías y con fechas borradas por marcadores y otras devoradas al parecer por las ratas que habitaban en ese nicho. Esa sensación de angustia tan humana que logra almacenar la esperanza de un viejo, que antes de marchar abrí un caja para ver una de esas fotografías, sus rostros parecen fantasmas en mis recuerdos y sus recuerdos son como la niebla en el camino mientras huyo aprisa por él. Pues el destino querría otra cosa para mí, la gruesa capa de polvo cubría la superficie del cristal y no pude verle el rostro. Descubrí la parte inferior de la fotografía y solo logre divisar quince par de pies, pero ningún rostro, ningún recuerdo y ninguna esperanza surgió de aquel retrato. Pensé en escavar más, pero jamás podre volver el tiempo a tras levanto la caja y la arrojo por la ventana al basurero, esta cae por los cinco pisos que me separan con la calle, tomo otra de la caja y la arrojo de la misma forma, recojo mi bolso y me marcho.

Salía siempre por la misma puerta, por la lateral o trasera del edificio, los años de policía me llevaron a ser no solo cauteloso sino también paranoico. Cuando salía al callejón me pareció ver algo que no estaba ahí, vi un hombre denudo, cubierto por un abrigo que parecían harapos sobre él y una especie de viscosidad que le cubría. Me acerque a averiguar que era, llevando mi mano a mi arma de servicio, así por instinto, pero la funda estaba vacía, lleve la mano mas atrás a mi arma personal pero antes, mientras daba el paso mis pis tropezarían con algo. Una de la cajas que arroje no callo de lleno al conteiner, si no de medio lado y rompió la caja dejando caer varios informes de casos anteriores, casos que nunca resolví. Cuando gire la cabeza el joven que vi, ya no estaba, asumí esto como alguna alucinación de la edad. Mire solo de curiosidad y vi que dentro entre la basura una bolsa de plástico recubría un bolso de cuero y este dentro de él un libro, la forma de escritura del bolso se me era complemente desconocida y a pesar que era una bolsa harapienta, tenia un seguro que cuando le intente abrir hace ya mucho tiempo me fastidio la vida. Mis colegas de esa época lo intentaron inclusive creí que las escrituras serian egipcias o sumerias, por unas esfinges que se logran diferenciar en el estampado de cuero.

También encontré entre esa caja unos apuntes sobre una novela que creo que llevo escribiendo hace eones, su nombre no le recuerdo, aun no se lo escribo. El resto con informe sobre según mis compañeros alucinaciones mías. Quizás el destino quiera que esto no pierda y que mis últimos días pueda resolver por lo menos esto.

Ahora me dirijo a la ciudad central, conduzco por la carretera fumando mis Galouser rojos de tabaco negro, las ventanas van cerradas por que en las tarde de otoño como estas suelen aparecer granizos y neblinas. Hay veces en las que he visto granizar ratas, pero creo que es por el alcohol que bebo a demasía. O quizás la edad que me engaña. Mi copiloto es mi caja con informes y mi bolso con utensilios personales llevan solo una buna botella de Martini y otra de Gin, un mezquino frasco de aceitunas que ya están rancias por ese moho blanquecino que les aparece en la cubierta de la aceituna después de unas buenas semanas sin ocupar. Un juego de camisas iguales a esta que llevo puesta, solo una par de mudas de ropa interior mi arma de servicio que nunca entregue cuando me quitaron el cargo y una cajetilla de cigarros por si la que llevo en le bolsillo se acaba.

Creo nunca haber estado en la ciudad capital, pero las calles se tornan familiares casi como si recorriera mi propia ciudad. Haber sabido antes hubiese girado en al esquina y me hubiese encontrado con algún prostíbulo. Solo para beber unas copas, el viaje me dejo desabastecido. Girare en u, de todas maneras aun llevo un arma cargada entre mi costilla y mi brazo izquierdo. Lo sabia todas es malditas ciudades están construidas de la misma manera. Si tengo suerte hasta pueda arrendar una habitación para quedarme unos días, mientras encuentro algo mejor a un par de cuadras. Para un viejo como yo siempre es bueno vivir a pocos pasos de estos antros. Sobre todo cuando es un policía octogenario con un libido de veinteañero. En el bar pido mi trago de costumbre “bala de plata”, la jovencita no lo conoce, pero el viejo cabrón sí, se acerca a la barra de lejos cuando ve que su muchacha se incomoda con el pedido. Él muy ágilmente me lo prepara diciendo que llevaba años sin prepararlo y que él conocía solo a un hombre que pedía el Martini agitado con Gin con tres parte de gin y un par muestras de Martini para el sabor, con un pepinillo de deformes proporciones dentro de la copa. Es un trago horrendo dice la muchacha, pero se que es un sabor único he irrepetible, tener tres tragos en un copa es solo cosa de viejos zorros como uno.

Como soy un viejo con poco tiempo, me termino mi trago en la habitación que he arrendado para vivir en ella unos días, me llevo a la Samanta, la joven de la barra la que queda sorprendida por mis atributos y depravación. Creo que no tenia sexo hace más de cinco o seis años, la última fue con una ramera o un travesti creo, detrás de camión en un sitio baldío. Fue un sexo anal de angustiosas proporciones, recuerdo que le tenia puesta el arma en la sien mientras destrozaba ese ano con mi hermosa Berga que se acompaño con mi puño y el cañón de mi arma por su vagina rejuvenecida. Creo que el apagar mis cigarros en sus espalda no basto y mientras eyaculaba en su cara mi puño se apretó y le volé la cabeza. Si hubiesen sido las cuatro de la mañana hubiésemos podido culpar a algún drogadicto o un delincuente cualquiera. Pero era un domingo en la mañana y no fue un sitio baldío, sino detrás de una sacristía, con la mujer que hace el aseo antes de la misa matutina. Fue por ello que tuve que matar al sacerdote, bajarle los pantalones limpiar mi semen de la mujer y masturbar al cura mientras sollozaba implorando piedad a su dios, como trabaje en balística pro años retire en casquete de la primera bala, la guarde en mi bolsillo le puse de cabeza y le entregue un pasaje de ida al paraíso al cura ese. La bala la limpie con mi pañuelo y la aloje en la trayectoria de la cabeza de la mujer. Puse los cuerpos en posición, fui a mi auto por provisiones, bebí una copa, y llame a mis compañeros. Creo que con Samanta todo será distinto, sus pechos no son muy grandes, pero como bombones para mis labios con una curva perfecta para mis grandes manos, son como copos de nieves que derriten entre mis dedos. Es de mediana estatura, su pelo negro como sombra y el alma que la acompaña a ras de suelo, sus piernas largas y su cadera ancha hacen juego perfecto entre mi vigor y mi soledad. Cuando estoy con ella a baja luz, mi cuerpo se tiende a transformar mi cabeza pareciese que leer lo que ella quiere y me voy a por vez sobre y en ella. No solo mi garganta se atraganta entre sus muslos y mi lengua se pierde entre su pubis, en mi alma la que se ancla a edad a su fructífero vientre y a mis acabados días.

Ella vocifera susurros a mis oídos, no con sus labios, sino que con su mente. De entre todas las cosa que dice una en voz alta cruje hasta hoy, algo sobre mi cuerpo. Que no cabe decir, si no mas que especular sobre la figura aquella que vio al salir a tras luz de la habitación.

Baje de la habitación a por otra copa, siendo un renovado viejo con una veinte años menos, quizás ahora tenga solo unos sesenta y algo, con un alma de campeón, que pronto sucumbirá pues no se puede llevar tanta emoción por mucho tiempo. El tiempo es algo relativo, para todo cuando se esta en momentos como aquellos sin embargo la espera por ese momento me hicieron creer que fue una fugas jugada. Sin embargo fueron varias horas las que estuve dentro, tanto tiempo que al lugar que debía llegar, tarde iba. Revise la hora en la mampara del bar, mientras fumaba mi cigarrillo y bebía ahora algo más fuerte para reponerme.

El viejo cabrón, me pregunto sutilmente si esperaba a alguien allí, pregunte porque. Respondió que un policía insiste en verle, supongo que acá no viene a esconderse de algo, no quiero problemas en mi local, sobretodo de la entrada que hemos tenido. Pero si tiene problemas con la justicia no dude en que le ayudaremos a resolverlos. Sospeche que habían enviado a alguien por mí al no presentarme en la oficina hace más de tres horas. Debieron registrar que estaba acá cuando pague la habitación con la tarjeta, es un fastidio que registren todos los movimientos de hombres ahora con estas cosas, ya no se puede se libre. ¡No se preocupe dígale que venga!

Al parecer no era un hombre muy despierto, paso frente a mí sin verme, o quizás seré invisible para él. Aunque no cabe duda que sea un novato, tendré que enseñarle varias cosas, como nunca decir en lugares como esté que eres policía. La ley no es bien vista en antros como estos, tan solo debieras mirar a tu alrededor y mirar como la mesa del fondo compra cocaína a una de la muchachas del recinto y como otro sale del baño con la mirada perdida. Con restos de vomito en su chaqueta, no creo que sea por el exceso de brandi o coñac. Debió haber cocinado algún tipo de alucinógeno o se pincho como casi todas las muchas del local, acaso no vez muchacho, porque crees que llevan los brazos cubiertos pero el culo al aire.

Tome al chico de la solapa, lo senté a mi lado en la barra y le pedí uno de los mismos que yo, pero antes tenia que nivelarlo, le sirvieron una cucaracha (ese trago que se sirve en llamas) y un tequila con limón y sal. Después de la nivelación le ofrecí un cigarrillo, pero dijo que no fumaba rojos eran muy fuertes. Solo le mire y acepto mientras sus mejillas se ruborizaban, Samanta volvía de la habitación con la nariz empolvada después de pegarse una ducha y quitarse el olor a viejo que llevaba, yo en cambio aun resguardo el olor a zorra en mi pecho. Me mira desde la bajada de la escalera, y divisos su olor y le busco entre el espejo por sobre el hombro el muchacho que parafrasea a salto algo sobre el caso que lleva y que el sospechoso recogió a uno de sus supuestos colegas de algún tipo de contacto Colombiano. Se me acerca a la barra y me pide lumbre, le enciendo el cigarrillo y con discreción que caracteriza a las zorras veo en su mirada que espera a que regrese, meto mis dedos en mi bolsillo saco una vieja tarjeta y la dejo en la mesa, ella la coge y escribe un nombre con un número en una esquina. Luego se retira a lo suyo.

Me indica la mesa en donde se supone que esta nuestro sospechoso, es mi primer caso en mucho tiempo. Llevo casi un año o mas sin hacer los mío, solo he estado este último tiempo arrojado en mi casa mirando la muralla con vestigios de la televisión y de los cuadros que decoraban las murallas, las cortinas no se corrían y vidrios ni quedaban. La mesa ahora servía para tapiar la ventana o parte de ella mi colchón estaba incendiado y el marco de la cama tenia una bala incrustada mientras la otra no tenia pata y había un agujero de escopeta que daba al piso de abajo. No podía volver a esa situación debía recuperar mi vida, aunque este en los albores de mi decadencia, debo resolver este caso.

Escucho que un habla algo sobre una masacre, debe referirse a los sucesos de hace unos días en la calle Hokin’s en el 318 – acribillaron a unos negros traficantes – o quizás se refiere a matanzas de mayor envergadura. Llevan la nariz saturada de polvo y ni con eso sus cuerpos logran mantenerse en pie. Mando a mi novato amigo a salir primero y luego salgo detrás de estos, necesito ver donde van. Les sigo peor antes de llegar a ellos uno de ellos me vio, me pareció recordar su rostro no se de donde, pero esa cara la he visto antes. No puede ser un anclaje o distorsión memorial, quizás este muy ebrio y los vea a todos similares, quizás mis errores en le pasado me atormenten y mi impidan ver o asociar perfectamente lo sucedido esta tarde. Son un poco mas de las 8:30 en esta época del año la noche cae temprano y la luz de los postes comienza a iluminar poco después de las 6, aun así está cuadra aun estaba en penumbras, los semáforos no funcionaban y solo la luz del Hotel escrita en vertical alumbraba la cuadra - O mejor dicho solo le frente – me detuve mientras mi novato amigo les hablo algo creo, salí tras ellos pero se habían marchado en el automóvil. Fui por mi vehículo para seguirles, y mi novato amigo me seguía, se topo con mi copiloto de cartón que arrojo al asiento de atrás. Me narra historias del tipo que vamos a atrapar, peor no le doy importancia, avanzó tras su pistas a la vuelta debiera venir una recta, cuando el chico me advierte que es imposible que girar a ese lado, pero de pronto les veo la cola y giran donde predije. Sigo el rastro y de pronto me pillo con la sorpresa, el muchacho habré la puerta del copiloto y se arroja al calle yo les sigo la pista y luego vi la luz.

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